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lunes, 24 de octubre de 2011

Cuatro corazones con freno y marcha atrás

Cuatro corazones con freno y marcha atrás


Las gozosas andaduras actuales de nuestro Hércules están produciendo en el herculanismo una curiosa mezcla de sentimientos que van desde la euforia desatada al miedo cerval.

Por un lado la tozuda historia nos demuestra que cada vez que bajamos de Primera el zapatiesto que se arma nos conduce inexorablemente a los infiernos de la Segunda B. Crisis, hastío, descomposición, guerra por su cuenta y…al pozo. Una y otra vez. Esto ha calado. Vaya que si ha calado. Y produce en el inconsciente herculano un miedo que roza el fatalismo.

Pero resulta que el capítulo actual de nuestra historia más recuerda la Marcha Triunfal de Aida que el Requiem de Mozart. Líderes en solitario, capazo de puntos…son endorfinas que inexorablemente llevan a la euforia. Y las almas herculanas se dividen como Dios manda.

Ya vendrán las derrotas”. “Ni nos lo creemos”. “Qué potra estamos teniendo”. “Veremos cuando vengan las vacas flacas”. “San Falcón “. “Miedo me da esto

Qué manera de luchar”. “El Hércules sabe a qué juega”. “Que extraordinario sistema defensivo”. “Y todavía estamos creciendo”. “Y no te digo cuando estén Tote y Aganzo”.

Unos reclaman contención en las ilusiones y otros el legítimo derecho a disfrutar después de las amarguras pasadas. Y como casi siempre, como sociedad muy viva que somos los herculanos, nos movemos entre dos polos opuestos que siempre se atraen y siempre generan corrientes de altísimo voltaje.

Pasa un poco como en “Cuatro corazones con freno y marcha atrás”, divertidísima obra de Jardiel Poncela que trata sobre los avatares de dos parejas que agobiadas por los problemas cotidianos deciden tomara un elixir inventado por uno de ellos que los convierte en inmortales. La experiencia les acaba produciendo insatisfacción e incluso hastío, hasta el punto de desear tomar un antídoto que les haga volver a la mortalidad común y corriente.

Aquí no somos cuatro, sino miles de corazones. El deseo de inmortalidad en el liderato con final eterno en el Olimpo es ciertamente mayoritario. ¿Qué hacer? ¿Tomarnos el elixir que nos está ofreciendo el bueno de Mandiá cada vez con más insistencia? Y si lo hacemos ¿acabaremos hastiados de tanta victoria tras victoria? ¿nos cansaremos de tanta gente distinta metiendo goles? ¿Acabaremos aburridos de tantas paradas de Falcón? ¿tendremos nostalgia del Mandiá vete ya? ¿nos hastiará  ver a tanta gente correr como posesos por la cancha? ¿nos angustiará ver tanto orden en el césped?”  ¿terminaremos deseando tomar el antídoto que nos devuelva a la normalidad clasificatoria?

Yo lo tengo muy claro. Cuatro corazones no. Decenas de miles. De freno y marcha atrás nada. Siempre adelante. Con toda la humildad del mundo, pero adelante. Si nos ponemos a mirar hacia atrás a ver qué hace el tercero o el séptimo perderemos el tiempo, nos distraeremos y ganaremos inseguridad. Estamos en cabeza. Pues vamos a procurar escaparnos. Sin mirar hacia la meta, todavía muy lejana, pero estando pendientes de la próxima curva o el cercano repecho a los que dedicaremos los cinco sentidos. Procurando una conducción sencilla sin ostentaciones, derrapajes ni chulerías. Utilizando la marcha que el vehículo pide en cada momento. Viviendo y disfrutando del paisaje del momento. Cuidando y mimando el motor. Adquiriendo rodaje y experiencia. Pero procurando ir hacia delante.

El próximo repecho el Córdoba. Duro repecho. Vamos a subirlo con intensidad. Manejando con precaución pero sin miedo. Y si hace falta empujar, empujamos. Después ya vendrán otros. Cada cosa a su tiempo.

Macho el Hércules. 








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