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miércoles, 6 de junio de 2012

Macho el Hércules, papá (Hércules-Alcorcón)


Macho el Hércules, papá.


Siempre que llegan acontecimientos como el de esta noche me acuerdo mucho de la persona que me hizo herculano: mi padre. En la bruma de mis recuerdos recuerdo estar jugando a peleas en la cama con él y cuando le ganaba que era siempre  me ponía encima de él y comenzábamos a gritar: ¡Hércules! ¡Hércules!

Hay dos partidos de mis primeras vivencias herculanas que recuerdo especialmente, una victoria y una derrota. La victoria fue en  Bardin.  Se trataba de una promoción de ascenso como la de hoy y nos la jugábamos con el Osasuna. Había que ganar y ganamos: 2 a 0. Fue la primera vez quizás que me di cuenta de lo que es el herculanismo. En mi alegría observaba a los mayores que había cerca  y alucinaba. La gente lloraba. La gente se abrazaba. El campo entero se puso a cantar el Adiós Pamplona, Pamplona de mi querer mi querer, adiós Pamplona, que ya no te vuelvo a ver….No me voy por las chicas, que las chicas guapas son guapas son…me voy porque me llama la Primera División. Era como cuando vemos los campos ingleses cantando que parecen una coral inmensa. Luego me enteré que en los cines de Alicante, en plena proyección se había sobrepuesto en las pantallas el resultado del partido y la explosión de la platea fue atronadora.

La derrota fue en el viejo Estadio Metropolitano de la Avenida de la Reina Victoria en Madrid. Creo que fue mi primera salida. De la mano de mi padre viví y sufrí atónito cómo el Atlético nos metía ¡9 a 0! Ni que decir tiene que al finalizar mi desconsuelo era absoluto y la plorera  total. Mi padre me limpiaba las lágrimas y no paraba de repetirme. No te preocupes Pepe Juan. El domingo ganaremos.

El sábado pasado casi 60 años después estuve en el Rico Pérez. Jugaban el Hércules B y el Alginet promoción de ascenso a tercera. La grada de tribuna llena. Mucha gente joven. Y muchos mayores. Ambiente muy familiar muy de antes. En el césped 11 jabatos. Jóvenes, prácticamente amateurs. Dando la piel por el Hércules. Hubo tanda de penaltis. Y ganamos. La vibración que sentí alrededor mío condujo mi mente a Bardin, a mi padre y a aquellos herculanos que forjaron nuestro Hércules y que han desaparecido.

Porque el Hércules, amigos, es también muchísimo más que un club. No tenemos demasiados títulos. Ni siquiera últimamente tenemos demasiado reconocimiento a nivel mediático, en parte por no haber hecho las cosas bien últimamente. Pero la vibración que transmite este equipo a su ciudad, gran parte de la provincia y no pocos foráneos es especial. Singular. Este club tiene un aura que lo aparta de la vulgaridad. Y esto se percibe cuando sales fuera o cuando te sientas en la barra de un bar. Todo menos indiferencia es lo que transmitimos.

Lo aprendí de mi padre y lo he mamado durante 60 años. Cuando llegamos al meollo del asunto como en el día de hoy no importan mis filias ni mis fobias. Ni entrenador, ni directiva, ni nada que pueda desviar del objetivo. Sólo importa los colores, el escudo y el nombre. Y los recuerdos de aquellas gentes que hicieron posible que hoy estemos aquí intentando subir a Primera División. Todos nos miran desde arriba. Complacientes e ilusionados. Merecen que hoy seamos un coro inmenso como aquel de Bardin que cantaba el Adiós Pamplona.   Por todos ellos.

Macho el Hércules.

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