Macho el Hércules, papá.
Hay dos
partidos de mis primeras vivencias herculanas que recuerdo especialmente, una
victoria y una derrota. La victoria fue en Bardin.
Se trataba de una promoción de ascenso como la de hoy y nos la jugábamos
con el Osasuna. Había que ganar y ganamos: 2 a 0. Fue la primera vez quizás que
me di cuenta de lo que es el herculanismo. En mi alegría observaba a los
mayores que había cerca y alucinaba. La
gente lloraba. La gente se abrazaba. El campo entero se puso a cantar el Adiós Pamplona, Pamplona de mi querer mi
querer, adiós Pamplona, que ya no te vuelvo a ver….No me voy por las chicas,
que las chicas guapas son guapas son…me voy porque me llama la Primera División.
Era como cuando vemos los campos ingleses cantando que parecen una coral
inmensa. Luego me enteré que en los cines de Alicante, en plena proyección se
había sobrepuesto en las pantallas el resultado del partido y la explosión de
la platea fue atronadora.
La derrota
fue en el viejo Estadio Metropolitano de la Avenida de la Reina Victoria en
Madrid. Creo que fue mi primera salida. De la mano de mi padre viví y sufrí
atónito cómo el Atlético nos metía ¡9 a 0! Ni que decir tiene que al finalizar
mi desconsuelo era absoluto y la plorera total. Mi padre me limpiaba las lágrimas y no
paraba de repetirme. No te preocupes Pepe Juan. El domingo ganaremos.
El sábado
pasado casi 60 años después estuve en el Rico Pérez. Jugaban el Hércules B y el
Alginet promoción de ascenso a tercera. La grada de tribuna llena. Mucha gente
joven. Y muchos mayores. Ambiente muy familiar muy de antes. En el césped 11
jabatos. Jóvenes, prácticamente amateurs. Dando la piel por el Hércules. Hubo
tanda de penaltis. Y ganamos. La vibración que sentí alrededor mío condujo mi
mente a Bardin, a mi padre y a aquellos herculanos que forjaron nuestro
Hércules y que han desaparecido.
Porque el
Hércules, amigos, es también muchísimo más que un club. No tenemos demasiados
títulos. Ni siquiera últimamente tenemos demasiado reconocimiento a nivel
mediático, en parte por no haber hecho las cosas bien últimamente. Pero la
vibración que transmite este equipo a su ciudad, gran parte de la provincia y
no pocos foráneos es especial. Singular. Este club tiene un aura que lo aparta
de la vulgaridad. Y esto se percibe cuando sales fuera o cuando te sientas en
la barra de un bar. Todo menos indiferencia es lo que transmitimos.
Lo aprendí de
mi padre y lo he mamado durante 60 años. Cuando llegamos al meollo del asunto como
en el día de hoy no importan mis filias ni mis fobias. Ni entrenador, ni
directiva, ni nada que pueda desviar del objetivo. Sólo importa los colores, el
escudo y el nombre. Y los recuerdos de aquellas gentes que hicieron posible que
hoy estemos aquí intentando subir a Primera División. Todos nos miran desde
arriba. Complacientes e ilusionados. Merecen que hoy seamos un coro inmenso
como aquel de Bardin que cantaba el Adiós
Pamplona. Por todos ellos.
Macho el
Hércules.
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